domingo, 1 de noviembre de 2009

Exoplaneta II

Buenas noches... Días para vos, que leerás esto por la mañana de un día que aún no existe. Te escribo desde mi planeta, donde anoche cayó del cielo una lluvia de luciérnagas meteoríticas y púlsares tomaron por asalto el ritmo de mi corazón, acompasando mi sueño. Quienes habitamos el planeta donde vivo se reducen a mi persona, gozo de facultades extraordinarias que ningún otro conoce; sólo Yo. Hoy te las confieso a vos. A veces grito una palabra, una frase, y esta da la vuelta a mi mundo en segundos, regresando con un puñado de palabras nuevas que se adhieren contagiadas del eco, la resonancia del grito. Las atesoro sólo un momento, luego las junto con cuidado y las lanzo al espacio, y como la gravedad en mi planeta es mucho menor a la de cualquier otro conocido, flotan y se elevan buscando algún eco que las lleve de nuevo a otro lugar, a otra circunstancia, y las pasee y las llene de música, o de alguna otra expresión que las sublime, las magnifique y las aparte de la banalidad.

¡Claro! ¡En mi planeta hay música! El ritmo es una tradición irrepetible en cada púlsar clavado como centinelas en las esquinas del norte, muy al norte donde el vacío supone un abismo interminable, pero eso es sólo un mito, una mentira que fundé para que las futuras generaciones tengan la curiosidad de investigar en confines, y puedan entonces correr una aventura. Porque a mi me gusta la temeridad, la adrenalina. Conozco la verdad de ese abismo, y a pesar de eso aún me emociona y me contrae el estómago cuando la pienso.

En mi planeta la felicidad es algo natural, igual que el amor, el asombro y la maravilla. En mi planeta no hay aniversarios porque los años no existen, sólo el día y la noche. La fiesta late en mi piel y la algarabía aguarda, agazapada, el momento de saltar sobre mí cuantas veces puede. Desde mi planeta puedo ver otros más... pero no me atraen. Son oscuros algunos, grises otros, y los menos nebulosos conservan un color marrón, sin brillo. Estoy seguro que desde sus propios planetas los habitantes ven al mío como una luz brillante en el horizonte, una suerte de galaxia, y no los desmentiré. He prometido a mi otro yo no dirigir nunca más ninguna caravana. He colocado una mesa con pan del día, vino y música de los anillos de Saturno. Es música que jamás has escuchado. Dicen quienes saben que es casi celestial. El sonido del Big Bang es un éxito muy tocado ya por las estaciones universales, y en lo particular sólo lo escucho cuando el abismo del que te hablé aprieta mis ganas.

Como podrás notar, en mi planeta hay muchas cosas por descubrir y otras más por confirmar. Si un día vienes por acá, te hablaré de cuándo fue creado el universo, las galaxias, las nebulosas, las estrellas enanas y lo delirante de viajar a través de un hoyo de gusano, saltando de allá para acá. Si tenemos suerte saltaremos de planeta en planeta y te enseñaré las lunas de Júpiter, las de Saturno y las de Neptuno. Lo más emocionante será cuando nos paremos en la Luna o el Sol, para ver cómo la danza del universo actúa para nosotros. Terminaremos en el cinturón de Orión, y si te quedan ganas y no estas cansada, nos daremos un beso tierno, pero con la intensidad de un haz de luz, sin velocidades cósmicas ni apuros planetarios. ¿Te animas a venir a mi planeta? Ya me dirás.

Quien te extraña y te espera, como quien espera el próximo eclipse de mar.

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